domingo, 15 de abril de 2007

El cierre del coche oficial se atasca y condena a Losada y a su edil de Personal a soportar los abucheos de los funcionarios.

El alcalde y la concejal de Personal, Nieves Vázquez, fueron víctimas ayer de la mala suerte cuando, tras salir de la casa museo Casares Quiroga, falló el cierre centralizado de sus respectivos coches oficiales y se quedaron de puerta afuera. Fueron apenas 30 segundos pero muy largos para los dos miembros de la corporación más abucheados por los funcionarios municipales en conflicto. Y es que el Gobierno local que ayer acudió casi en pleno al acto, ya estaba sobre alerta y sabía que al otro lado de la calle Panaderas estaría el otro séquito del alcalde; una centena de incombustibles funcionarios que desde hace un año se empeña en aguar todas las fiestas del regidor.

Los coches oficiales se coordinaron para dejar a los miembros de la Corporación en la puerta del número 14-16 de Panaderas y evitarles enfrentarse a más de diez segundos de reproches. El alcalde llegó entre gritos de "mentiroso" y "fuera", pero mantuvo su inconmovible sonrisa hasta que entró en el edificio que iba a inaugurar. El resto de los concejales mostraron un rostro más serio en la llegada y tras de sí se cerró la puerta para todo aquel que no portase invitación oficial.

Los silbidos, gritos y consignas habituales -"Ahora que llegan las elecciones... vamos a contar mentiras, tralará"- se oyeron permanentemente dentro del edificio durante la hora que duró el acto. Ni la megafonía que amplificaba las palabras del alcalde ni las flamantes ventanas del museo impidieron que el sonido de los silbatos y los gritos llegasen con claridad a los tres pisos del inmueble en el que un día vivió un presidente de Gobierno republicano. Los funcionarios, ajenos a lo que ocurría en el interior, intensificaban sus gritos en cuanto atisbaban algún movimiento junto a los ventanales que pudiera indicar la presencia de un concejal o del propio Losada.

Custodiados por una veintena de policías, los funcionarios esperaron con gritos y cánticos hasta que la comitiva municipal abandonó la casa museo Casares Quiroga. De nuevo fue necesario un desfile de coches oficiales para despejar el vestíbulo, en el que se concentró la nutrida representación municipal. Si los funcionarios en conflicto aprovechan cualquier ocasión para mostrar su rechazo a Losada, los ediles tampoco se quedan atrás a la hora de sumar apoyos: "Ya estamos, esto parece la kale borroka", comentaron representantes vecinales y miembros del Ejecutivo. Los ediles pusieron vigilantes en las ventanas del museo que les avisaran de la llegada de los coches para abandonar el lugar a toda prisa, pero la seguridad del cristal tintado les jugó una mala pasada.