La Sagrada Familia
La Sagrada Familia se encierra en sí misma. Es el mayor hándicap del barrio. Enclavado entre las rondas de Outeiro y de Nelle y las avenidas de Finisterre y de Arteijo, sus calles conforman un laberinto humilde que lucha por dejar de lado su fama de inseguridad. «La mala fama sigue, pero ya no hay tanto motivo», afirma Benito López, presidente de la asociación de vecinos.
La visión de inmuebles deteriorados, con humedades y grietas a simple vista, poco a poco da paso a la lucidez fruto del Plan de Rehabilitación Integral. Un ambicioso proyecto que los vecinos no quieren que quede a medias. «Que lo extiendan a las calles, al mobiliario urbano, a mejorar la seguridad vial», señala Benito López.
Crisol de culturas
Allí, junto a la parroquia de San Rosendo, coinciden los coruñeses de toda la vida, los inmigrantes sudamericanos y los africanos. Cada uno a lo suyo y todos a lo mismo: hacer del barrio un lugar que prospere.
Eso sí, por la Sagrada Familia hay que ir andando, los autobuses urbanos no pasan. Ocho líneas circulan por sus alrededores, pero ninguna por sus calles, de las que hay que salir en taxi.